Los coronavirus se descubrieron en los años 60, siendo importantes patógenos humanos y animales, provocando diferentes enfermedades que pueden ir desde un resfriado hasta una neumonía. Hasta diciembre de 2019, se habían identificado seis tipos de coronavirus que podían generar una enfermedad en humanos, entre ellos los causantes de los dos brotes epidémicos anteriores: el SARS coronavirus que apareció por primera vez el año 2002 y el MERS-CoV, que se identificó por primera vez el año 2012 en el medio oriente.
A finales de diciembre de 2019, se identificó un nuevo coronavirus como el agente causal de un grupo de casos de neumonías de origen desconocido en Wuhan, capital de la provincia de Hubei en China. El febrero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS), denominó a este nuevo coronavirus, coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) y a la enfermedad que origina COVID-19, que significa enfermedad por coronavirus 2019. Desde Wuhan se extendió rápidamente, dando como resultado al inicio, una epidemia en toda China, seguida de un número creciente de casos en todo el mundo, generando la pandemia y emergencia sanitaria actual. La OMS declaró la COVID-19 como pandemia el 20 de enero de 2020.
A fecha 25 de marzo de 2022, la COVID-19 estaba presente en 220 países y territorios, con 488.049.014 casos confirmados y 6.121.794 muertes. En España, que en población ocupa el sexto lugar de Europa y el treinta del mundo, en estas fechas se habían confirmado 11.451.676 casos (ocupando el sexto lugar en Europa, por detrás de Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y Rusia y el onceavo del mundo) y se habían producido 102.392 muertes (ocupando el octavo lugar en Europa, detrás de Rusia, Reino Unido, Italia, Francia, Alemania, Polonia y Ucrania, y el decimoséptimo del mundo). En términos relativos, se habían producido 24.677,63 casos por 100.000 habitantes (el 36 de Europa y el 49 del mundo) y 218,43 muertes por 100.000 habitantes (el 27 de Europa y el 39 del mundo). En Cataluña, la COVID-19 afectó a 2.351.841 personas (la primera comunidad autónoma española por número de afectados, seguida de la comunidad de Madrid con 1.631.877 personas), con 102.392 fallecidos en España y 18.756 en Cataluña (de nuevo, la primera comunidad por número de muertes, seguida de Madrid, con 17.848 muertos). En términos relativos, la pandemia afectó a casi un 25% de la población española en 2022. Este porcentaje se repite en Madrid, siendo mayor en Cataluña (algo más del 30%). Por lo que se refiere a la letalidad de la pandemia, la cifra más alta se produjo en Castilla La Mancha (con un 1,5% vs. 0,9% en el conjunto de España), seguida de Asturias (1,3%), Aragón (1,2%), Castilla-León, Madrid (1,1%), País Vasco (1,0%), La Rioja (1,0%), Extremadura (0,9%) y Andalucía (0,9%), mientras que en las demás comunidades la letalidad se situó por debajo de la media española. En Cataluña, por ejemplo, la letalidad fue del 0,8%.
El 23 de marzo de 2022, el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España publicó el documento “Estrategia de vigilancia y control frente a COVID-19 tras la fase aguda de la pandemia” en el que se argumenta que los altos niveles de inmunidad alcanzados en la población española determinaron un cambio en la epidemiología de la COVID-19. Este cambió afectó al sistema de información de la pandemia y, por tanto, a la actualización de los datos ya que a partir de aquel momento sólo se vigilaban los casos confirmados en personas con factores de vulnerabilidad (médica) o asociadas a ámbitos vulnerables y los casos graves. Esto significa que se interrumpió la serie temporal de casos y, por lo tanto, los datos proporcionados anteriormente son los más actualizados.
Aunque la COVID-19 tiene los mismos síntomas que la gripe estacional, difiere de la misma de diversas maneras. Primero, la SARS-CoV-2 tiene una transmisibilidad mucho más alta, el número de reproducción, R0 (número de casos generados directamente por un caso) llegó a estar entre 2,2 y 2,68, mientras que, en el virus de la gripe estacional, R0 es igual a 1,3 y en la gripe H1N1, R0 fue igual a 1,5 (el SARS tuvo un R0 entre 2 y 3 y el R0 del MERS fue inferior a 1). En segundo lugar, la incidencia en los niños es mucho menor. La edad media de los pacientes con COVID-19 fue de 47 años, mientras que la de la gripe fue de 23,4 años (la del SARS fue de 39,9, mientras que la edad media de los pacientes con MERS fue de 50 años). En tercer lugar, el periodo de incubación media para el SARS-CoV-2 es de 4 días, con un rango entre 2 y 7 días, mientras que el virus de la gripe estacional tiene un periodo de incubación media de 2 días y un rango entre 1 y 7 días (en el SARS el periodo de incubación media fue de 4,6 días, entre 2 y 14 días y en el MERS de 5,2 días, entre 2 y 13 días). Finalmente, la tasa de mortalidad también es mucho mayor en todos los casos, excepto en el MERS (1% en la COVID-19, frente a 0,13% en la gripe estacional, 0,20% en la gripe H1N1, 0,10% en el SARS y una tasa de mortalidad entre el 20% y el 40% en el caso del MERS), aunque la tasa de mortalidad de la COVID-19 debe ser interpretada con cautela, ya que existe un subregistro significativo de casos registrados.
Epidemiología de la enfermedad
El conocimiento de otras enfermedades respiratorias virales sugiere que la transmisión del SARS-CoV-2 se podría modular por factores ambientales que varían estacionalmente como la temperatura y la humedad. De hecho, muchos han sido los estudios, tanto en línea como publicados en revistas científicas sometidos a un proceso de revisión de la calidad, que han evaluado la sensibilidad ambiental de la COVID-19. Al menos hasta junio de 2020, todos estos estudios planteaban la hipótesis de que las condiciones climáticas en aquellos lugares que entrasen en el verano (mayor temperatura y menor humedad) reducirían la tasa de transmisión del virus. No obstante, en una revisión sistemática realizada en julio de 2020, donde se evaluaron críticamente 42 artículos publicados en revistes científicas y 80 preprints (es decir, artículos no revisados aún y publicados en línea), concluyeron que la evidencia hasta el momento sugería que o bien no existía un efecto de modulación de les condiciones climáticas del verano (alta temperatura y baja humedad) o bien que este era débil. Por otra parte, la segunda ola pandémica a partir de mediados de julio y agosto de 2020, ocurrida sobre todo en España, pero también en otros países europeos como el Reino Unido, Italia, Francia y Alemania, contradecía el pretendido efecto modulador de la temperatura en la transmisión del virus causante de la enfermedad.
Sin embargo, al ser la COVID-19 una patología reciente, aún se desconoce mucho de su epidemiología, transmisión, tratamiento, etc., aunque es evidente que ha tenido un mayor impacto en los grupos de población con menores recursos, tal como lo demuestran los estudios en barrios de Madrid y Barcelona, dónde se ha visto que en los primeros hay un 8,37% más casos que en el resto de barrios de Madrid y en los barrios pobres de Barcelona existen un 66% más casos que en el resto de barrios. Asimismo, las localidades del sur y el corredor del Henares en Madrid, con menor renta per cápita, presentan una incidencia mayor de casos que las del norte y oeste que tienen una mayor renta per cápita. Es evidente la necesidad de estudios que incluyan el nivel socioeconómico para explicar la mortalidad y morbilidad por COVID-19.
Desgraciadamente hay pocos estudios que nos permitan evaluar las desigualdades dentro de las propias CCAA y a nivel de área pequeña, y aquellos que existen no permiten analizar totalmente la relación entre COVID-19 y nivel socioeconómico, ya que incluso una misma área pequeña (el mismo barrio, por ejemplo), agrupa situaciones económicas sociales muy diferentes. Deberíamos disponer de datos a nivel individual para realizar estudios que nos permitieran evidenciar esta relación. Así pues, con este objetivo, estoy trabajando últimamente en dos proyectos.
En primer lugar, el proyecto ‘Impacto y Seroprevalencia de la enfermedad COVID-19 (IMPSEROCOVID19)’. Para preparar y dar una respuesta efectiva de salud pública en el contexto de la actual pandemia de SARS-CoV-2, es necesario proporcionar resultados concretos, confiables, tempranos y oportunos sobre la situación actual en diferentes poblaciones afectadas. Esta es la motivación de nuestro proyecto, cuyos objetivos generales son, por un lado, conocer la magnitud, las características y la evolución del impacto social, económico y de salud del COVID-19, así como la prevalencia de su infección y, por otro, conocer los factores socioeconómicos y ambientales de riesgo y la dinámica poblacional en la propagación en el espacio y en el tiempo de la infección por el SARS-CoV-2 y su incidencia en la mortalidad y la morbilidad. Las poblaciones de estudio la constituyen tanto la población general, como población vulnerable, es decir aquellas personas que viven en áreas desfavorecidas económicamente y personas que viven con condiciones crónicas complejas. Para lograr estos objetivos, proponemos un estudio multidimensional, de Ciencia Abierta y con un diseño de datos del mundo real. Integramos datos de múltiples fuentes de información sobre seroprevalencia y características de las poblaciones de estudio (salud física y mental, bienestar, capacidad funcional, exposición a COVID-19 e información socioeconómica) a partir de encuestas longitudinales, sobre la práctica clínica y otras características de estas poblaciones procedentes de registros poblacionales, así como en la distribución en las áreas donde estas poblaciones residen de ciertos factores socioeconómicos, demográficos, de vivienda, climáticos o ambientales. Los análisis se llevarán a cabo utilizando técnicas avanzadas de estadística, muestreo y aprendizaje automático. Nuestro proyecto será de gran utilidad para la realización de pruebas masivas de manera sistemática, organizada y fundamentada, así como para la gestión de posteriores rebrotes de esta epidemia y de posibles pandemias futuras.
En segundo lugar, el proyecto ‘Seroprevalence and the socioeconomic and health impact of COVID-19 on general and vulnerable populations’, pretende, como objetivo general, conocer la magnitud, características y evolución del impacto de la enfermedad COVID-19 en la población general y de aquella en una situación de mayor vulnerabilidad en Andalucía y Cataluña. Como objetivos específicos se plantearon: identificar el impacto social, económico y sobre la salud que la COVID-19 está teniendo sobre la población en general y la población que vive en zonas desfavorecidas; analizar el impacto de la COVID-19 en el autocuidado de personas con enfermedades crónicas; discernir la distribución geográfica y temporal de la epidemia (incidencia, ingresos en UCI, casos recuperados y mortalidad) por provincias, municipios y por áreas básicas de salud de las comunidades autónomas de Cataluña y Andalucía; identificar las características sociales y ambientales de las áreas de residencia de los afectados por la COVID-19; y, por último, analizar la asociación entre la epidemia (incidencia, ingresos en UCI, casos recuperados y mortalidad) y los determinantes socioeconómicos y ambientales de las zonas de residencia.
Más recientemente estoy liderando el proyecto ‘Desigualdades socioeconómicas y medioambientales en salud y COVID-19’. El proyecto parte del hecho que la pandemia de la COVID-19, así como las medidas para combatirla, han tenido efectos importantes en la salud, por lo general, y en la salud mental de los sujetos, en particular. Estos efectos han sido desiguales entre grupos de población definidos por los ejes de desigualdad: género, edad, condiciones socioeconómicas, así como en el territorio y durante todo el período de pandemia. Por otra parte, podría haber ocurrido que las barreras al uso de la telemedicina, forzadas por la situación de pandemia, hayan aumentado estas desigualdades en salud. En nuestro proyecto pretendemos evaluar los efectos diferenciales de la COVID-19 sobre las desigualdades en salud y sus determinantes, entre grupos de población, así como su dinámica en el espacio y el tiempo y determinar si las barreras al uso de la telemedicina las han incrementado.